La Europa de los europeos, una contradicción en sí misma

Voy a hablar de obviedades: Europa para los europeos. Esto siempre y cuando los europeos quisieran poseer un trozo grande de tierra medioambientalmente destrozada y socialmente quebrada, así porque sí.
Ahora se discute mucho de la calidad de la economía europea y que ello pondrá el juego el euro y la Unión Europea.Sin ánimo de parecer un afiliado más de Izquierda Unida diré que es el momento ideal para construir una Europa de las personas, de los ciudadanos, de los pueblos y de ir dejando en tercer plano la Europa de las perras, quiero decir del gran capital, quiero decir de los paraísos fiscales que benefician a unos cuantos (no a ti, ni a ti, ni al que se esconde detrás del árbol. No, a ninguno de nosotros).

Hace años, hace muchos años (poned el tono sepia y de abuelo cebolleta) apenas los más pudientes podían salir al extranjero, o los más pobres (como buena parte de mi familiar materna) para buscar lo que aquí era imposible (vivir), o los miembros del ejército (pobres, en todos los sentidos).
De repente nos encontramos con que los billetes son más baratos, con que existen intercambios, con que se puede estudiar en el extranjero (aunque la validez de un título español sea comparable a cero) y que no hay fronteras (aquí poned música de Barrio Sésamo por si alguien no ve la inocencia de esta afirmación).
Hasta aquí todo bien porque, ¿a qué salimos cuando vamos a Londres, París, Berlín, Roma o Praga? ¿Vamos a visitar bancos, gobiernos centrales, vamos a intercambiar moneda o a evadir diez millones de euros? La mayoría de nosotros va de visita, de turismo, en el peor de los casos a aprender culturas nuevas y se entiende por cultura (según el diccionario: "3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.").
Vamos a ver la vida de la gente de esos países europeos, que se llaman Europa por casualidades de la vida.
Vamos a ver las costumbres, como comer fish and chips, tortitas de mantequilla y azúcar, cerveza caliente o tortellini. Vamos a ver las calles donde Jack destripó o Baudelarie se emborrachaba, vamos a ver campos de girasoles de Van Gogh o a apoyarnos en la torre inclinada. 
Vamos a aprender cómo es posible hacer monumentos (incluso nos hacemos fotos) con ladrillos, argamasa e imaginación.
Vamos, a pesar de que la moneda nos haya subido a todo los precios y bajado los sueldos (no nos engañemos, esto nos ha acercado al resto de países de Europa, porque es igual de caro Madrid que Barcelona que París o Londres: no siempre y no en todo...pero casi). Nos desplazamos por interés, a pesar de que haya revueltas, manifestaciones, a pesar de que sean más rubios, más morenos, más guapos, más feos, más peludos o más pelados. Vamos porque tenemos la posibilidad, porque somos inquietos, somos personas con ganas de conocer, de visitar, cotillear, tocar, mirar escaparates caros e imposibles.
Ahora se debate en los medios de comunicación generalistas la economía de los bancos europeos, que a su vez son bancos internacionales a quienes a su vez les importa bien poco lo que suceda en Europa, con el euro o con las personas que viven en todas estas ciudades, pueblos y poblachos.
Es el momento de cambiar la Unión Europea, es la hora de dejar en segundo término (no podemos desmantelar de golpe) el mercado común, la unión monetaria, y los mercados de acero y atómicos sobre los que se sentó la base de esta unión económica nacida para hacer frente a los poderosos eeuu y urss. (Para más información leer libros de historia, los de la biblioteca.)
Es el momento de que todos los puntos de vista se tengan en cuenta, no el de los presidentes de gobierno o presidentes de repúblicas, no el de primeros ministros de derechas, izquierdas o centro, no, el de la gente.  Porque es la gente quien vive a diario, quien da contenido a los pueblos y ciudades, quien da contenido a la cultura, porque la economía podrá caer, pero la cultura nunca, está en constante crecimiento. Porque a pesar de estar inmerso en la II Gran Depresión, la gente siempre sobrevive. Un banco desaparece, un negocio cae, un empleo se pierde, el dinero vuela (y ya no me puedo comprar libros ni tebeos), pero las personas estamos aquí siempre.
A veces sin dientes, a veces con los dientes apretados, a veces con los dientes afilados.
 
 

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