MIEDO

Desde niños nos enseñan a ser libres. Desde niños nos enseñan a no ir contra las normas.

Desde niños aprendemos la tremenda contradicción que ello implica si las normas atentan directamente contra nuestra libertad. (Y no hablo de cuestiones obvias como saltarse un semáforo en rojo, matar, robar, etcétera)

El miedo a la corrección o el miedo a la incorrección. Los temores a no ser correspondidos, o el miedo a que la sociedad, y sus elementos, reaccionen contra uno.

Asumir las reglas como tales lleva aparejado el miedo a ir contra ellas, si por casualidad quedan obsoletas, anticuadas o sin contenido.

Este miedo se manifiesta porque igualmente que nos enseñan a asumir las normas, nos enseñan que ir contracorriente no está muy bien visto. Aunque nadie nos dice que hay dos tendencias sociales marcadas y aceptacas: la del que asume (apechuga y calla) y la del que participa (trata de cambiar y mejorar)

Cada vez que un semanal hace mención a empresas que tratan bien a los trabajadores hablan de google, de sus horarios, de que hay billares, monopatines, cafetería, muchos colores, tremenda libertad de elección siempre que se cumplan los objetivos. Curiosamente aseguran que los objetivos se cumplen con creces, lo cual debería dar que pensar: ¿Por qué no lo hacen todas las empresas? Si les funciona a ellos, ¿por qué no a los demás?

En fechas recientes, varios trabajadores de una empresa de Albacete presentaron una planificación completa: calendario, horarios, posibilidades de conciliación, libertad de entrada y salida, etcétera (no era google, pero era algo). Lo presentaron previamente a los compañeros porque siempre da más seguridad y garantías presentarse ante el jefe con el respaldo unitario que de manera individual.

Los comentarios fueron tan variados que me quedo con algunos de ellos: vaya tontería, no lo van a aceptar, si lo presentamos nos echan a todos, tampoco está tan mal el horario que tenemos, para qué sirve si lo que tienen que hacer es subirnos el sueldo.

Definitivamente no llegó más que a las papeleras generando una terrible frustración en las personas que lo habían redactado.

La pregunta fundamental: ¿Cuándo empieza la libertad a adquirir su fuerza? Cuando se ejerce.

Es una palabra tan densa, con tanto peso que hemos aprendido a utilizarla como reclamo publicitario, pero a muy pocos nos han enseñado a ejercerla. Diversos mantos la cubren, y son mantos tan suaves y agradables, tan cálidos, que mejor estar arropado que aventurarse a una brisa desconocida.

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