Las ventajas de un buen temporal es que ocultan otros titulares. El inconveniente del siglo XXI es que hay muchos espacios y todos los titulares terminan por aparecer y doler.
Hoy es uno de esos días en que todo el mundo ha recibido su dosis de escarnio, pero como la nieve lo limpia todo, ninguno de ellos hará caso. Siempre y cuando los resbalones no hayan sido graves.
Me referiré en exclusiva a la política exterior española, de lo más preocupante en los últimos meses, aunque cualquier historiador dirá (sabrá) que la política exterior española siempre ha sido complicada.
La fecha de inicio de la política exterior en España, como tal, difiere según los estudios. Algunos la situan en la apertura de los años 50, los más en los años 70. Pero no es el inicio lo que me preocupa sino los temas que estudiaba y los que se estudian hoy.
Corro el riesgo de dejarme unos cuantos, no me importa. Empezaré por Marruecos, las relaciones con la Unión Europea (Europa en su día) y seguiré con las relaciones con Estados Unidos. Si alguien da más, sólo tiene que indicarlo.
La relación con Marruecos es curiosa, el caso de Aminatou Haidar lo manifiesta, manifiesta un problema surgido en la época colonial que este país moderno y democrático no ha sabido solucionar (las soluciones las dejo para los listos, sino no estaría yo aquí) Pero haría falta un poco más de mano izquierda (en el sentido más amplio de la palabra) y menos dependencia de las influencias estadounidenses.
La relación con Marruecos nos lleva a escuchar a miembros del Gobierno y de diferentes partidos políticos la necesidad de la actuación del Rey, lo cual no es sino sospechoso de que alguien no hace bien su trabajo, no cumple sus obligaciones o escurre el bulto de manera descarada (esto quiere decir: tomándonos por tontos a los demás). Al final nuestro país vecino hace lo que le interesa, ni más ni menos. ¿No debería hacer eso España, lo que quisiera?
Se recurre a Estados Unidos como salvador y la reunión del Ministro de Exteriores con la Ministra de Exteriores eeuunidense (la Clinton) apenas deja cinco minutos para hablar del asunto porque al país más poderoso e importante del mundo, el que manda, no le interesa molestar a un país como Marruecos, aliado (económico, político y geoestratégico, y no por este orden) desde los complicados años de las guerras mundiales.
Así que España se cruza de brazos porque poco se puede hacer: no puede hacer nada con-contra Marruecos, no puede hacer nada con-contra Estados Unidos.
Y queda Europa. la Europa que nos ha salvado a base de talonario y que lava la cara de cualquier mandatario con seis meses de presidencia nominal. El resto del año es cuando se hacen políticas de corte conservador y luego gotean en cascada a nuestro país.
España no es ni ha sido, un país de diplomacia. De hecho, los diplomáticos son como notarios o jueces: funcionarios de alto standing que hacen lo que pueden. Y ésta no es una afirmación alegre, más bien lo contrario. Pero si en un país tenemos que esperar a que un rey (nos caiga bien o mal) o una ministra del país que manda en el mundo, nos solucione los problemas, eso no se llama diplomacia: tiene otro nombre.
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