Prostitución, una vez más

El Ayuntamiento de Albacete prohibirá la prostitución en la calle a partir del año que viene, una medida que han reclamado determinados colectivos en la ciudad y que no sabemos a cuántas personas representan. Pero da muestras, una vez más, de la fuerza que tienen determinados colectivos por pequeños que sean.
La cuestión es que la prostitución es un elemento que convive con el hombre desde tiempos históricos y es algo malo (si entendemos lo bueno y lo malo en su sentido clásico), sobre todo conscientes de que las personas que trabajan dentro de la prostitución no lo hacen de manera voluntaria sino obligadas por mafias.
El mito aquel de la puta honrada, la mesa camilla, el plato de lentejas y todo eso que hemos visto en películas y literatura, etcétera no es más que eso.
No he leído la ordenanza porque no se ha hecho pública aún pero si se toman medidas contra la prostitución en la calle pero no contra el resto de prostituciones, entenderé que es con un fin estético: que no estén en la calle y no molesten a las personas que las vemos. Con lo cual es un error dentro del acierto.
Las medidas que se pueden tomar están todas escritas, no las invento yo pero la primera es ir contra determinados medios de comunicación que permiten los anuncios de publicidad.
Ir contra las mafias es otra medida. En fin, no soy especialista en medidas, pero hay más de una, por supuesto.
La cosa es que si algo molesta, se elimina. Pero eliminarlo todo, los bares de chicas, las chicas menores (que en Albacete hay, y muchas) ejerciendo la prostitución, las casas de citas (en pisos del centro de Albacete y pagando alquileres de los buenos), los anuncios de los periódicos, etcétera.
La prostitución tiene muchos prismas y es una batalla perdida de antemano. Una vez escuché a una jueza de Albacete afirmar que todas las prostitutas que conocía de Albacete estaban en el negocio por gusto, no por obligación. Y esta justificación le pareció bien, sin ahondar en que quizás las personas que se dedican a la prostitución tienen tales condicionamientos personales y económicos, así como miedos y amenazas que las personas normales (en el sentido clásico de la palabra) ni de lejos imaginamos. No digo ya las personas cortas de miras o determinados estamentos que sólo ven bajo anteojos legales y/o morales.
Escribo esto el día antes de la celebración del día contra la violencia de género. ¿Qué más violencia de género que mancillar a una mujer por dinero?

(Esta foto no es ninguna broma)

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