(Empecé a escribir este artículo hace seis o siete días y se me fueron las ganas, porque me ponía de mal humor. Lo termino ahora)
Una de las frases menos apropiadas y más inciertas del lenguaje popular relacionado con la política y los políticos es: "Mejor votar a la derecha, como son ricos, no roban. Los de izquierdas siempre roban porque no tienen".
No es literal. Pero os suena.
Sé que son cosas que se dicen, pero se dicen.
Sé que son cosas a las cuales no se les otorga importancia, pero se dicen y terminan por calar.
Si haces un repaso mental recuerdas muy bien el primer momento en que las escuchaste.
¡Eran las redes sociales del momento! El chismorreo, dejarlo caer y luego la pelota crece hasta donde quieras, hasta resultados que ni imaginas.
Luego empiezas a mirar la realidad, a veces tratas de asumirla.
Otra de las grandes frases que se suelen escuchar (antes, ahora, después) es que todos son iguales. Lo cual no es cierto, en absoluto. Del mismo modo que nos esforzamos en buscar y encontrar ejemplos de políticos que son iguales (cuando nos referimos a sinvergüenzas, estafadores, vagos, incumplidores, manipuladores, censores, dictadores), deberíamos ser capaces de encontrar a los otros, los que se dedican a esto de verdad.
Igual que deberíamos ser capaces de diferenciar a los ladrones de los que no lo son.
Igual que deberíamos acordarnos el día, mes y año que haya elecciones nuevamente: acordaos de los buenos y de los otros.
2 comentarios:
El otro día leí a un tipo que decía -más o menos- que era un inexcusable deber de los políticos buenos el perseguir a los malos, el denunciarlos, el condenarlos e inhabilitarlos a perpetuidad. Son ellos los responsables de limpiar sus sedes para dignificar la función política, los que deben llevarlos a los tribunales. Esos serían los políticos buenos, los honrados, los que se supone que son mayoría frente a los corruptos y los hijoputas. Pues hala, que tengan cojones y se dejen ver, y que comiencen a hacer limpia. Tendrán todo mi apoyo y mi respeto cuando demuestren que no son seres de ficción.
Los hay, los hay, pero no se ven. Y si se ven o hablan, se silencian, ya sabes. Un político que habla de otros políticos tiene el peor de los estigmas.
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