Sin ánimo de contestar

Sin ánimo de contestar a Manuel Pérez Castell en su artículo Elecciones por ley del 5 de julio de 2010 en el diario La Verdad, me apetece participar con las ideas que este artículo me ha sugerido en un ejercicio que a Don Manuel le parecerá divertido; esto es, el ejercicio de la participación.
A pesar de que el tema de la reforma electoral (en España) es farragoso, complicado y rozando la opacidad (esto es, lo oscuro y oculto); se agradece mucho que un diputado nacional nos invite a pensar o al menos nos diga que una subcomisión del congreso ha pasado dos años trabajando y ahora concluyen dichos trabajos.
En el artículo nos presenta de manera sucinta (escueta, como corresponde a un artículo de opinión) las reformas o modificaciones propuestas, siempre propuestas. Que luego pueden convertirse de manera completa, o no, en ley.
Apenas hay mención a algo que demandaba Izquierda Unida al respecto de la reforma de la ley D’Hont, con lo que doy por supuesto que el sistema (que algunos califican como injusto y facilitador del sistema bipartidista, así como garante del poder de dos partidos mayoritarios) no se modifica en este sentido. Pero sí en otros que son más llamativos, como por ejemplo el asunto de las publicidades, y las apariciones en televisión (¿qué referencia se hace a las nuevas tecnologías? ¿Podrán los partidos políticos lanzar publicidad gratuita vía spam -correo basura- a los correos electrónicos, o redes sociales?).
Tampoco se menciona la denuncia que ha efectuado la Asociación de Empresas de Mercado y Opinión Pública ante la imposibilidad de publicar encuestas en los cinco días anteriores a las elecciones, con el perjuicio que supone para las personas, y los medios de comunicación.
Otro tema que se habrá debatido y merece mención es el asunto del transfuguismo, es decir, que alguien de un partido decida irse a otro o sencillamente quedarse con su escaño (ganado en las elecciones bajo las siglas de un partido, del que luego huye) sin hacer caso del partido que le dio el puesto, el cargo y el sueldo. ¿Cuántos casos se han dado en más de 30 años de democracia y elecciones democráticas?
Aunque la que más me ha gustado, sin duda, es la que nos capacita en las próximas elecciones regionales y municipales a votar de verdad. Votar de verdad significa que cualquiera de nosotros podrá coger la papeleta y depositarla en la urna, con nuestras propias manos, con lo cual podremos decir que por vez primera votamos al cien por cien.
Y me dejo para el final, ay, en años de calamidades, la necesaria y bien argumentada reducción del 15 % en el gasto electoral. ¿Cuál es el gasto final? ¿Qué opinaría la gente si los partidos tuvieran que asumir una reducción mayor, digamos el 40 o el 50 %? Sé que es un disparate ingenuo, pero se podría preguntar.
¿Sería capaz el estado español, con una democracia madura ya, de organizar las elecciones a través de ejércitos de voluntarios como en Estados Unidos? Sería una manera de organizar social y políticamente a la sociedad, sería una manera de hacerlos partícipes del momento que pasamos, hacer a las personas compartir ideas y proyectos, mas allá de ambiciones personales o de lucha por cargos. Sería una manera de limpiar el trigo de la paja.
Un artículo de opinión no da para mucho, dos años de trabajo sí. Quisiera tener en mi mano la ley reformada ya para ver el calado real de dichas modificaciones y si pueden suponer cambios en las personas, esas que irán a ejercer su derecho a voto (o no) el próximo mes de mayo.
Quisiera creer que a la mayor parte de las personas les importa ejercer el derecho a voto, así como participar de manera activa en política (no la crítica tipical-spanish a la hora del café); quisiera creer que en el mes de mayo votaremos más del 60 % de nosotros. Por que yo soy de los optimistas, de los que creen en las personas.
También me gustaría saber cuántas y qué cuestiones se han quedado en el tintero de la reforma y si habrían supuesto una modificación real de la situación.
(Publicado en el diario La Verdad el 8 de julio de 2010)

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