El riesgo de las primarias es ovbio: que piensen que hay desunión y que se lancen a la yugular de otro como está sucediendo con el caso del presidente del Gobierno. Hay mucho interés detrás, como es natural.
Pero llevar a cabo primarias en un partido es un inteligente ejercicio de publicidad gratuita que tiene a dos personas (posteriormente candidatos) en la prensa día sí y día también durante varios meses. Y por mucho desgaste que haya entre ellos, tienen tiempo por delante para recuperarse de cara al proceso electoral de mayo (o el que corresponda).
Esta publicidad gratuita no sería posible de otra manera y otorga un reconocimiento público al ganador difícil de conseguir. Siempre gana el partido a pesar de los pesares, a pesar de artículos de opinión, a pesar de editoriales duros contra candidatos y partidos. La publicidad y el reconocimiento público es tremendo y, sober todo, gratuito. Provoca que la campaña se adelante y el ganador de las primarias (si están bien hechas) se lleve un tanto por ciento de reconocimiento con el electorado.
Si no hubiera primarias, el aparato de partido tendría que gastar más en la campaña para hacer de candidatos, candidatos reconocidos por la gente.
El ejemplo de EEUU es demasiado sencillo pero que le pregunten a los demócratas de aquel país sino, publicidad gratuita durante casi un año. Y luego salieron presidente y vicepresidenta.
Sales en la tele, sales en el periódico. Y las personas pueden o no estar de acuerdo con tus ideas y pensamientos, pero ya saben quién eres.
En política esto es fundamental.
Porque a partir de este momento, salvo tres días de titulares, la gente ya et reconoce y puedes empezar a trabajar; porque no nos engañemos, los afiliados de un partido (voten en las primarias a quien voten) siempre votarán a su partido en las elecciones municipales, regionales o estatales (salvo excepciones, claro).
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